lunes, 24 de enero de 2011

La vida es un laberinto


Apenas nacemos caemos en un laberinto donde empezamos a gatear. Es enorme y no sabemos que no tiene salida, porque es así la vida: una búsqueda eterna del sentido. Moriremos ahí dentro pero depende de nosotros avanzar.
Nos rodean puertas y paredes. Nos arrastramos y vemos que hay que empezar a tomar decisiones (los grandes dilemas que debemos enfrentar a diario): esa puerta o aquella. Al principio, algunos toman las decisiones por nosotros y, a veces, tan erradas son por ser tan prohibitivas, que se terminan cerrando puertas (generando miedos y fobias, límites innecesarios que terminan haciéndote dependiente de las imposiciones de los demás, de lo que está bien o mal).
Empezamos a caminar y ya parece más pequeño el laberinto en el que estamos inmersos. Nos parece que vamos a poder conquistar la salida, sorteando todo tipo de obstáculos, pero eso es simplemente la infancia, período en el cual todo aparenta ser posible. Lejos de los ojos de los grandes nos aventuramos a entrar por puertas prohibidas, cerradas o nunca antes vistas, quedándonos a nosotros mismos la responsabilidad de tomar una decisión propia: si volver a esa puerta o no.
El camino, de a poco, se va haciendo repetitivo, ya que no seguimos andando, sino que volvemos a recorrer los mismos pasillos que nos dieron placer, momentos de alegría, y son pocas las puertas que abrimos. El crecimiento y el progreso se van quedando de lado. Varias puertas son la que exhiben telas de araña y polvo, y luego, puede que evitemos querer cruzar por esos lugares. Dependerá de cada uno limpiar constantemente las puertas y obviamente ingresar por éstas.
Una vista aérea demostrará que el camino parece recién comenzarse a andar pero para uno ya parece un largo trayecto. A simple vista se puede atisbar las decisiones tomadas por el recorrido hecho (las luces prendidas o las huellas marcadas). Paso a paso, inconsciente, y a veces, conscientemente, vamos dejando puertas cerradas y otras abiertas. Ese pasado, que talvez no recordamos, nos está obstruyendo acciones presentes, que podrían ser futuras.
Seguimos andando y las decisiones las empezamos a tomar solos o con cierta grata compañía. Las personas que no te conocen, paulatinamente, irán conociendo o dándose cuenta las puertas que has dejado abiertas o que has clausurado. Si no tiene inconvenientes con tus elecciones podrán seguir andando, obviamente combinando tu laberinto con el de esa persona en el que ha caído. Muchas combinaciones podrán hacerse, aunque cueste, y otras simplemente no concordarán en absoluto (es como meter un cuadrado dentro de un círculo) y quedarán en el camino.
Más y más puertas vamos cerrando. Al parecer, la vejez, culta y nutrida de experiencia, sabe que no hay que abrir muchas puertas para seguir andando. Con una o pocas puertas por día ya empezamos a estar satisfechos y felices. Además, las combinaciones con otros laberintos también son menores. Dejan de haber pasajeros que se suman a nuestro viaje, por mera decisión o bien, si vemos retrospectivamente, algunas puertas nos hicieron ser quienes somos (quizás solitarios, quizás nos gusta un tiempo de paz con nuestra mente, o quizás, siendo pesimistas, hemos desarrollado un caracter áspero, que lastima al que se acerca, convirtiéndonos en puercoespines).

DEPENDE CADA PASO QUE DAS EN LA VIDA, CUANTAS HUELLAS TE RODEAN.
Depende el recorrido del laberinto, la grandeza de la persona.
Las puertas que hayas cerrado dictarán tu apertura mental y obviamente, tu caracter.


Ahora conscientes de que no hay salida seguimos caminando. Algunos preferirán que se termine la tortura de continuar el camino, pero otros, a sabiendas de aquel disparate en el que nacieron, querrán seguir abriendo más puertas hasta que las fuerzas sean las que realmente dicten el fin del laberinto. Esa es otra elección que debemos tomar (si nadie la tomó por nosotros antes, desafortunadamente hay que aclararlo): si uno quiere ponerle fin al tour hecho por la vida o seguir viajando hasta no darnos cuenta que ya se nos ha acabado el viaje.

Cada uno tiene su propio laberinto, por lo que cada uno tiene sus propias puertas.
Si dejas que los demás te abran tus puertas o entras siempre por puertas ajenas, estarás caminando por un camino que no es tuyo, por una vida que tú no controlas.
Si no eres dueño de tu laberinto estarás en manos de otra persona y dependerás de ella. Te conviertes poco a poco en su marioneta.

Abre todas las puertas posibles y después decide si quieres cerrarlas.

Las decisiones que no tomas son quejas a futuro, miedos y fobias; y en sí, ya esa es TU ELECCIÓN.


>>>>>>>Santiago Bianco<<<<<<<<<

1 comentario:

  1. "algunas puertas nos hicieron ser quienes somos"...

    Muy interesante la analogia...Que tengas mucha suerte con tu blog!

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